Presentación: Jícaras Tristes Antología Poética Alfredo Espino.
Jícaras Tristes es una antología poética de 96 poemas y que está compuesta por seis poemarios:
Casucas, Auras del Bohío, Dulcedumbre, Panoramas y Aromas, Pájaros de Leyenda y El Alma del Barrio.
Los poemas más leídos de Alfredo Espino y más reconocidos de Jícaras Tristes son:
ARBOL DE FUEGO, LAS MANOS DE MI MADRE, EL NIDO, UN RANCHO Y UN LUCERO, CAÑAL EN FLOR, ASCENSIÓN, LOS PERICOS PASAN, VIENTOS DE OCTUBRE, LOS OJOS DE LOS BUEYES, LA TARDE EN EL PUEBLO, INVIERNO, EL DULCE ANHELO.
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EL NIDO
[Poema Completo]
Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol, su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical.
Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón.
Alfredo Espino.
ARBOL DE FUEGO
[Poema Completo]
Son tan vivos los rubores
de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
“Corazones hechos flores”.
Y a pensar a veces llego:
Si este árbol labios se hiciera…
¡ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego…!
Amigo: qué lindos trajes
te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor
vistiendo de celajes…
Qué bueno el cielo contigo,
árbol de la tierra mía…
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía…
Bajo un jardín de celajes,
al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes.
Alfredo Espino.
LAS MANOS DE MI MADRE
[Poema Completo]
Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Solo ellas son las santas, solo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!
Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.
Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).
Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!
Alfredo Espino.
UN RANCHO Y UN LUCERO
[Poema Completo]
Un día —primero Dios!—
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.
¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor…
Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.
Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos…
Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría…
Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un “te quiero”
y huele a sendas en flor…
Alfredo Espino.
CAÑAL EN FLOR
[Poema Completo]
Eran mares los cañales
que yo contemplaba un día
(mi barca de fantasía
bogaba sobre esos mares).
El cañal no se enguirnalda
como los mares, de espumas;
sus flores más bien son plumas
sobre espadas de esmeralda…
Los vientos -niños perversos-
bajan desde las montañas,
y se oyen entre las cañas
como deshojando versos…
Mientras el hombre es infiel,
tan buenos son los cañales,
porque teniendo puñales,
se dejan robar la miel…
Y qué triste la molienda
aunque vuela por la hacienda
de la alegría el tropel,
porque destrozan entrañas
los trapiches y las cañas…
¡Vierten lagrimas de miel!
Alfredo Espino.
ASCENSION
[Poema Completo]
¡Dos alas!… ¡Quién tuviera dos alas para el vuelo!…
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
¡Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que si no hiera un mar, bien sería otro cielo!…
Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores…
¡Qué pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones… Lo rastrero no sube:
esta cumbre es el reino del pájaro y la nube…
Aquí he visto una cosa muy más dulce y extraña,
como es la de haber visto llorando una montaña…
el agua brota lenta, y en su remanso brilla
la luz; un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz …
Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,
como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lágrimas que llora la montaña.
Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.
Y qué asco y qué tristeza comenzar a bajar…
(¡Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
sobre aquel mar dormido que parecía un cielo!)
Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,
como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas…
Alfredo Espino.
VIENTOS DE OCTUBRE
[Poema Completo]
(A la luz del fogón)
¡Quizás ya no venga! ¿No s’hia dado cuenta
de que están soplando los vientos de octubre
y que el barrilete vuela, y ya no cubre
como antes al cerro, nube de tormenta?
Hoy s’iajusta el año y él me dijo: “Anita,
entre algunos días regreso por vos”;
pero no lo quiso quizá tata Dios
¿Verdá, madrecita?
Cuando veyo el rancho de paja, el ranchito
q’él estaba haciendo pegado a la güerta,
y veyo tan sola y cerrada la puerta
y yeno de montes aquel caminito,
siento que me muerde, aquí dentro, un dolor,
y que l’alegría también se me ha ido,
y me siento agora, lo mesmo que un nido
que no tiene pájaros, ni tiene calor…
Naide me lo ha dicho, pero es la verdá.
En la madrugada tuve un mal agüero:
se estaba apagando, mamita, el lucero
detrás de aquel cerro que se mira allá,
y asina s’iapaga también lo que quiero…
No tengo ni ganas de mirar p’ajuera.
¿Qué l’hiace que vengan, que vengan los vientos
si a mis sufrimientos
nada güeno traen de lo que quisiera?
Ciérreme la puerta. Siento que me cubre
un frío las manos, Dios sabe qué tienen…
¿Qué no s’hia fijado lo tristes que vienen
agora los vientos,
los vientos de otubre?
Alfredo Espino.
LOS OJOS DE LOS BUEYES
[Poema Completo]
¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
cómo siendo tan tristes, nunca puedan llorar!…
Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles,
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guarde…
Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío,
entre glaucas hileras de cafetos en flor…
o mirando las aguas de algún murmurador
arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío…
¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?…
¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
cual si siempre estuviesen en silencio implorando!
Una vez, en la senda de una gruta florida
yo vi un buey solitario que miraba los suelos
con insistencia larga, como si en sus anhelos
fuera buscando, ansioso, la libertad perdida…
Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta
cargada de manojos, y más tarde en la hondura
de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,
y a la luz de un ocaso de púrpura y violeta…
¡Siempre tristes y vagos los ojos de esos reyes
que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar
cómo, siendo tan tristes, nunca puedan llorar
los ojos de los bueyes…
Alfredo Espino.
LA TARDE EN EL PUEBLO
[Poema Completo]
Esta tarde de enero no tiene la pureza
de aquella tarde muerta que ya echaste al olvido;
sobre la misma hierba, cansada, se ha tendido,
y enferma de recuerdos, la hermanita tristeza…
Sin embargo es la misma transparente belleza…
El viejo campanario, y el paredón florido,
y el amate a la vera de la senda erigido
con los brazos abiertos a la humilde pobreza.
De las casas hincadas bajo de la arboleda,
la tarde está agitando sus pañuelos de seda,
y la vida en el pueblo pisa alfombras de calma.
…Y yo no quiero nada: me dejo de ser mío,
porque sobre el camino —largo como un hastío—
persiguiendo tu sombra se va toda mi alma…
Alfredo Espino.
LA CRUZ DE MAYO
[Poema Completo]
Las azules campánulas que visten la pradera;
todos los frutos rubios, todos los tiernos cantos,
para adornar con ellos estos brazos tan santos,
estos brazos tan santos de la cruz de madera…
Y allí, bajo el amor de alguna enredadera,
cabe un árbol que tienda sus enflorados mantos
y un amate en que tiemblen —corno gotas de llantos—
lágrimas del rocío que en la noche cayera…
Allí hubiera una cruz; enfrente los caminos
donde pasan carretas, entre flautas de trinos,
bajo la pedrería de esos soles de mayo…
Para que así la cruz recibiera homenajes
de pájaros y ríos; de vientos y ramajes,
y que el sol la besara con el beso de un rayo…
Alfredo Espino.
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